Proyección de la película Déjame entrar (2008), de Tomas Alfredson.

                                            La inocencia mata. Pero eso no la hace culpable.

 

Un incendio mata, pero no es culpable de hacerlo. Un terremoto mata, y tampoco es culpable. La inocencia de la naturaleza no puede ser juzgada por las leyes de los hombres. De lo que no estamos seguros es de qué naturaleza hablamos cuando nos referimos a una vampira. Aunque podríamos arriesgarnos y decir que es humana-no-humana, y que esta naturaleza funde, en un ser, la violencia que procede de la más lúgubre exterioridad, y de la más profunda interioridad. Recordemos que Nosferatu, el vampiro, viene de lejos, de un afuera que va introducir en la interioridad de la ciudad toda su inexplicable intempestividad, encarna la sombría violencia del afuera, esa forma de violencia que marida naturaleza no humana con la humana. Y la vampira de Déjame entrar aparece, efectivamente, en plena exterioridad, de la que hace su hábitat; una exterioridad (la nieve, cuyo blancor ciega, lo que vuelve oscuro el paisaje a la mirada; la nieve donde la violencia existe, indistintamente, en estado latente y manifiesto; la nieve (pura inocencia) que mata. Esa violencia, en la narración de esta película, arraiga en su forma humana en los niños, esto es, en la infancia, pues ciertamente los verdaderos protagonistas son esos niños (unos y otros) que enarbolan y ejecutan sin piedad su crueldad. Y contra esta, quien es más cruel vence. La pregunta que nos hacemos es, ¿esta crueldad, esta violencia, son inocentes? Déjame entrar no deja de situarnos ante esta disyuntiva que, desde luego, desasosiega, a la par que fascina. Porque, como nos gusta repetir, se muere de fascinación.

Pero también se vive de fascinación, ya lo hemos apuntado en este pequeño ciclo. Y Déjame entrar es una prueba de ello; Déjame entrar, que, sin dudarlo un momento, es la declaración de amor por la imposibilidad de consumar hasta la propia muerte un amor; el testimonio de un tormento que acompaña eternamente a los vampiros, que buscan en la vida de los humanos a aquel o a aquella que pueda devolverles a la muerte; al semejante, a la semejante a los que sacrificar si ellos no se sacrifican por ellos; una muerte que, por una fatalidad en último término inexplicable, jamás encontrarán. Una consecuencia inmediata: ser monstruo y comportarse como tal. Si esto, además, se produce en la infancia, la naturaleza monstruosa se eleva a la quinta potencia. Y sin embargo, ¿estamos seguros de que la inocencia se ha perdido del todo? ¿No será que es la inocencia, precisamente, la que mata? Pero también, tengámoslo presente, la que ama, la que más puramente ama.

 

Año: 2008

 

Duración: 110 min.

 

Director: Tomas Alfredson

 

Reparto: Kåre Hedebrant, Lina Leandersson, Per Ragnar, Henrik Dahl, Karin Bergquist, Peter Carlberg, Ika Nord, Mikael Rahm, Karl-Robert Lindgren, Anders T. Peedu

 

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